“Soy Lore, tengo 24 años y soy de Boechout. He terminado mis estudios de fisioterapeuta y quiero invertir un año en adentrarme por el mundo de la rehabilitación con/para niños. El 1 de junio cambiaré mi vida de estudiante en Lovaina por un año de voluntaria en Perú. Allí trabajaré en el centro de rehabilitación que apoya Tumbador.
De mi experiencia como monitora en Kena, una organización que organiza campamentos en una propiedad preciosa de Limburgo, me viene mi afición por trabajar con niños y jóvenes. Una de mis grandes pasiones es la música. Toco el clarinete y el clarinete bajo y espero después de este año continuar con la misma ilusión. Otra de mis pasiones es saltar a la comba, un deporte que llevo practicando ya un tiempo y que ahora me encanta enseñar a principiantes. A lo mejor me animo también en Perú a tomar las cuerdas y, quien sabe, podría descubrir al próximo talento peruano de saltar a la comba.
Tengo muchas ganas de ir y acumular experiencias fantásticas durante el próximo año. Tendréis noticias mías…” Lore organiza una fiesta benéfica antes de irse el sábado 17 de mayo. Toda la información necesaria la puedes encontrar en www.tumbador.be. ¡Te puedes inscribir hasta el 1 de mayo!
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A continuación les cuenta la coordinadora Emilie desde Perú los momentos más importantes de nuestro proyecto Wasi Esperanza:
ENERO: inauguración del año nuevo con una fiesta acorde con la ocasión y honoramos a la mamá que más esfuerzo hizo por su hijo el año pasado.
FEBRERO: En Ayacucho organizan las voluntarias Ellen y Neus una fiesta para darle más nombre y atraer más dinero al centro. Con ese dinero hemos podido comprar un gran armario para almacenar cosas y varias cosas más.
MARZO: Hemos ido por primera vez a Pichari, con dos fisioterapeutas (1 de San Miguel y 1 voluntaria). Ellos y la asistente social Mili fueron recibidos calurosamente. 30 pacientes fueron evaluados y vimos quién tenía que volver la próxima vez.
ABRIL: ¡Wasi Esperanza cumple 1 año! Para la Semana Santa hicimos una alfombra de flores maravillosa y tomamos parte en las fiestas de pascua.
Para hacernos una idea del día a día en el centro Gissel es interesante escuchar algunas de las historias de “nuestros niños”. Las condiciones de vida de estos niños han mejorado en muchos casos desde que vienen al centro. Pero aún así la aportación diaria del personal no siempre es suficiente. El trabajo en común con los padres sigue siendo muchas veces difícil.
MARIELA
Mariela es una niña de 7 años con síndrome de Down. Va al logopeda en Gissel porque tiene problemas de habla. Todavía no es seguro si puede comprender el español. Se puede comunicar con dificultades en su lengua materna, el mam. Esta es una de las lenguas mayas que los indígenas todavía hablan. Sospechan que su madre tampoco habla español. Por eso hay problemas de comunicación con la familia. Pero mientras tanto Mariela ha aprendido algunas palabras, aunque por desgracia falta bastante porque se pone mucho enferma. Probablemente esto pasa por culpa de las condiciones higiénicas de donde vive, una casa hecha con chapas de metal y sin un suelo pavimentado. En 2013 había una estudiante de trabajo social que se apiadó de ella y apoyaba a la familia. El problema es que ese proyecto no duró. Cuando la estudiante se graduó, se acabó también el apoyo, por lo que Mariela y su familia volvieron rápidamente a sus antiguos hábitos.
No se trata de estar todo el tiempo estresado. Y eso también cuenta para nuestros voluntarios. Stephanie, nuestra voluntaria en el centro de rehabilitación Wasi Esperanza, fue de visita con su familia a Machu Picchu, lo que ella describe como “la Maravilla más preciosa que existe”.
“A principios de septiembre vinieron mis padres y mi hermano a visitarme a Ayacucho. Después de pasar unos días juntos comiendo platos ricos y yendo de excursiones, ellos continuaron su viaje por Perú. El último tramo del viaje que hicieron fue en la zona de Cusco, donde fui a visitarles. Allí nos alojamos al principio en Pumawasi, en Calca (el valle santo). Su dueño, Eduardo, nos acogió con los brazos abiertos desde el principio. Por las noches disfrutábamos de una cena deliciosa, preparada en la barbacoa, a la luz de las estrellas. Al día siguiente continuamos el viaje a Aguas Calientes en tren. El recorrido incluía un tramo por el Valle Santo, a lo largo de un río salvaje, hasta llegar a Aguas Calientes, una ciudad muy turística.